martes, 1 de marzo de 2022

El vuelto

Fernando Silva

Nada de embarcación?

-Nada amigo, tal vez en la larde

-No creo

-Tal vez amigo, tal vez -repitió el otro

-¡Ojaló, pues! -dijo don José

El otro iba con una vara de pescar y un saquito, pero se quedó parado, malicioso, viendo a don José que iba al atravesando la calle, después la acera y entraba a la pulpería que quedaba a un lado.

-¡Ehs! -se dijo el otro. Esperó un rato allí y después se fue al muelle a pescar.

-¡Buenos días! ¡Buenos días! ¿Que no hay nadie que despache?

-¡Ai va! ¡Ai va! -gritaron de adentro.

El ruido de los platos en la cocina y el olor de la manteca frita se venían hasta afuera.

Una vieja salió por una puertecita del fondo. La vieja alzó la vista para ver quién era. Y se asustó, pero pudo disimular agarrándose el delantal con las manos.

-¿Qué quería, don José? -le preguntó temblándole la voz.

-Que si tiene puros.

-Están solo de los chiquitos.

-Bueno.

La vieja se acercó a la mesa, destapó el tarro de los puros y revolviéndolos adentro con la mano, volvió la cabeza y le preguntó.

-¿Cuántos va a querer?

-A ver -dijo don José- deme cinco reales ¿a real son?

-A real -dijo la vieja, sacando los puros.

-Bueno pues, deme cinco.

La vieja le pasó los puros. Don José los olió y le dio a la vieja un billete.

-Uhmm! como que no voy a tener vuelto, don José.

-¿No tiene vuelto? Pues ai me los da después.

***

La vieja se fue paro adentro a ver lo cocina. Don José se quedó allí como otras veces, se fijó en una muchacha que estaba barriendo y se le acercó.

-Vos estás sirviendo aquí? -le dijo

-Si -le contestó la muchacha empujando la basura.

-De donde sos vos? -le preguntó- de San Carlos?

-No -le contestó- de aquí nomás de Santa Cruz

-Ah! -dijo don José- y aquí vivís

-Si.

-Cómo te llamás?

Carmen

¿Y no salís'

-¿Adónde voy a ir?

-Ah! pues por ai ¿que no te gusta pasear?

La muchacha lo quedó viendo dio la vuelta, sonrió y le dio un escobazo al perro que se levantó y se fue a echar bajo la mesa.

***
-Qué te dijo ese hombre? -le preguntó la vieja a la muchacha.

-Nada, que si era de San Carlos.

-Ah!

La vieja olió la sopa y con la cuchara sacó un poquito que echó en su mano y después la probó.

-Pasame la sal -le dijo a la muchacha.

La muchacha le trajo un huacal viejo con sal.

-Te he dicho que no andés hablando con extraños

-Yo no ando hablando con nadie.

La vieja levantó los hombros y se sentó. La muchacha recogió una astilla del suelo, la metió en el fuego y después se fue al patio.

***

Don José llegó al muelle y encendió un puro.

-Idiay don José –lo saludó el otro que estaba pescando.

-Ideay –le contestó don José- ha cogido algo?

-Ni uno

-Mal día -dijo don José.

-Malo para unos, bueno para otros –le dijo sonriendo el otro.

Don José se puso a caminar por el muelle.

El otro sacó la cuerda del agua, le puso otra carnada al anzuelo y enseguida lo tiró más largo.

-Va llover! –dijo. Después amarró la punta de la cuerda a un poste del muelle y se vino a platicar con don José

***

-¡Carmen! ¡Carmen! -gritó la vieja

-Ai voy! -le contestó la muchacha y se vino para donde ella.

-Onde estabas?

-Afuera, sacando unos trapos.

-El lunes que venga Clemente te vas ir con él -le dijo.

La muchacha hizo un gesto de tristeza con la boca.

-El lunes –repitió.

-Si hija.

La vieja se sentó en el taburete y la muchacha se le acercó a un lado la quedó viendo.

***

Don José oyó al otro con la boca abierta, botó al agua el puro que estaba fumando y pálido le preguntó.

-Y quién te dijo?

-Jesús! y eso quién no lo sabe? Es que Ud no había vuelto por aquí, don José, tanto tiempo de vivir en la Barra y claro, no sabe nada. Ah, pero yo desde que lo vi llegar a la pulpería me supuse.
***

La muchacha no dijo nada. La vieja terminó de hablar y se levantó a menear la sopa.

-Hay cosas en la vida, hija que...

La muchacha interrumpió.

-Y no sabe nada mi papa Clemente.

-Si sabe hija y quién no lo sabe?

Y mi mama nunca me dijo nada -y repitió- nunca me dijo nada.

***

El otro vino a ver la cuerda que estaba picando.

El río estaba manso, un nubarrón se iba levantando y se veía un poco nublado.

Don José le puso la mano en el hombro y el otro se enderezó turbado.

-Y qué se hizo la Luisa?

El otro lo quedó viendo y tartamudeó.

La la la Luisa? idiay, se murió!

-¡Se murió! -exclamó don José, apretándose el labio de abajo con los dientes.

-Y el viejo Clemente se hizo cargo de la muchacha -dijo el otro, sacando un poquito la cuerda del agua.

-Y ella sabe todo?

-Yo no sé, don José, quién sabe.

-Y la vieja?

-La vieja, sí ¿Si no era pariente de la difunta?

El viejo Clemente la ha criado como su hija dél y, cómo la quiere! y siempre viene a verla.
Don José bajó la cabeza y suspiró.

-Lo qué es la sangre! -dijo el otro.

***

La vieja se vino para la puerta, se asomó y vio venir a don José que venía subiendo la acera.
La vieja volvió a ver adentro nerviosa, tosió y cuando don José ya estaba cerca, la vieja se adelantó a donde él.

-Aquí tiene el vuelto, don José -le dijo.

El hombre cogió el dinero y se lo metió en la bolsa.

-Este esté -tartamudeó la vieja- yo quisiera hablarle don José si Ud me lo permite.

-Si, ya sé, ya sé -le dijo don José, mientras con la mirada buscaba adentro de la casa hasta que vio a la muchacha que estaba allá de espalda. Entonces dio la vuelta volvió a cruzar la calle, bajó por un paredón de piedra se acercó a coger su bote que tenía allí. La muchacha titubeó y se vino para afuera.

Unas gotas comenzaron a caer con ruido sobre el río y se sentía ya el aire de lluvia.

Don José se empujó de la orilla y cogió la corriente río abajo.

La muchacha tenía los ojos llenos de lágrimas.

Don José pasó en el bote junto al otro que estaba pescando

-Adiós, pues! -le dijo

-Adiós! -le dijo el otro.

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