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lunes, 28 de febrero de 2022

La Hormiguita y La Liebre

 Bayardo Quinto Núñez

A Hirela Ortega

Un día la hormiguita y la liebre se encontraron y se hicieron amigos en el momento que más lo necesitaban, fue una obra espléndida y prodigiosa del destino, pero el mismo destino del tiempo se encargó de dejar inconclusa esa amistad, fue todo un misterio, pero por algo fue así ese tiempo.

Pasó aproximadamente un cuarto de siglo —23 años— y la amistad entre la hormiguita y la liebre, se había confundido, escondido en el tiempo. Ninguno de los dos amigos sabían si esa amistad había sido verdadera o pasajera, incluso, no tenían conocimiento si en sus mentes por lo menos merodeaba algún ápice de recuerdo de que había existido esa amistad. El destino se había encargado de esa tremenda obra que un día de la ausencia fugaz volvió la amistad y sonó como un estruendo de una erupción de un volcán. Entonces, los buenos amigos, la hormiguita y la liebre se asombraron que de nuevo se habían encontrado, ahora con más experiencia, más edad, cada quien con sus logros obtenidos debido al sacrificio y entrega.

La única salvedad era que conforme el factor tiempo de ausencia de casi un cuarto de siglo, todo parecía mentira, pero el transcurrir del tiempo y las correspondencias que iban y venían, la hormiguita y la liebre se dieron cuenta que la amistad siempre existió, la única diferencia era la distancia a que se encontraban el uno del otro, al igual sus experiencias y formas y modos de trabajos.

Pero un día la liebre le preguntó a su amiga, la hormiguita: “Sabes, me siento que yo no merezco tu amistad”. La hormiga respondió: “Mira, tu tamaño, eres grande y muy ágil y yo en cambio soy pequeña y lenta”. No sabes, el tamaño no lo es todo, lo importante es tu inmenso corazón, y además sos más grande que la jirafa por tu trabajo, tu empeño en proponerte y lograr lo que te has propuesto ser, por eso yo te admiro y respeto mucho, y siempre vas a ser más grande que cualquiera”, le contestó su amiga la liebre a la hormiguita. Y así continuaron siendo amigos hasta los confines de este mundo.

Nora y Tomás

Bayardo Quinto Núñez

A Nora Rosenberg, amiga estadounidense
 
Era mediodía. En el cielo se producían figuras de todo tipo que agradaban a la mente y las nubes se disolvían como humo. Ese día placenteramente, Nora y Carolina se encontraban tratando de descifrar una obra pictórica, al fin y al cabo no pudieron sacarle el mensaje, sólo en parte.
 
En las cuatro paredes de la cocina, donde nos encontrábamos dialogando, nos introducíamos en otro mundo, historias, y la vida sigue su curso cotidiano y a pesar del esmero empleado Nora trataba de agradarnos con su sonrisa, gestos finos y espléndidos de ciudadana del mundo.
Pasaron los minutos, de pronto cayó desde el techo un trozo de madera, se había desprendido de un cuartón, lo bueno fue que el tamaño no podía hacernos daño, sólo fue un triste susto.
Hubo un momento que nadie decía nada, era un pequeño lapsus de la plática, de pronto Nora se levantó intempestivamente del comedor y se dirigió a acariciar a Anastasia, y le decía: “Pero qué linda estás”. Carolina y yo nos quedamos en el comedor. Carol hacenos un café, Nora también quiere uno, en ese momento Nora se volteó y espetó: “Sí, quiero un café”.
Cuando Nora volvió al comedor nos comentó que Tomás siempre la observa cuando se encuentra desnuda en su habitación o cuando se está vistiendo, éste siempre trata de entrar en la casa, y la posición que adopta para observarle es de pie, en otras ocasiones acostado. Por las mañanas él sabe en qué lugar de la casa me encuentro y me busca. Tomás es un masoquista de primera línea. Tomás tiene un detalle, es engañoso, no es cariñoso, siempre rogando y buscando cómo hacer trampas para entrar, nunca está contento con él mismo.
Cuando Tomás me observa me hace reír, su mirada es furtiva, curiosa, muy pegada, es incesante, digo no es cariñoso, no lo corro, más bien me entretiene. Bueno, en algunas ocasiones lo corro, pero no hace caso, y le digo: “Pero Tomás, por favor no me sigás viendo, vete, qué descarado sos, no te da vergüenza”. Así en muchas ocasiones y muchísimos días le he dicho, pero no hace caso.

—¿Qué sentís cuando te observa Tomás, te molesta o te gusta que te observe?, le pregunté.
—Lo siento como un insecto asqueroso, por encima de todos mis votos y que no depende más de una simple palabra o sonrisa, contestó Nora.
 
 —Pero en el mundo hay pasión contraria, y cree usted que después de esas visitas severas de Tomás, éste no esté tranquilo, haya comprendido la justificación de los rigores de su apetito sexual, y que vos le has comprendido su asunto, expresó Carolina.

 —Por supuesto, no sé si Tomás lo sabe, mucho menos que entienda, inquirió Nora.
Realmente y definitivamente, nada hay más recogido, más enigmático y más eternamente uno en un objeto que la cristalización del amor. Es ahí el detalle, solamente las cosas agradables tienen el derecho de gustar, ahora todo cuanto guarda relación con lo que se ama y hasta los objetos más indiferentes conmueven profusamente, externé.
El café que Carolina nos había servido, ya lo habíamos tomado, Carol servinos otro cafecito. Ya no hay, contestó impositivamente Carolina.
—¿Nora, aproximadamente cuántas veces Tomás te ha visto desnuda?, le preguntó Carol. Incontables veces, y me he aburrido de decirle que no me mire, pero insiste, incluso, han habido ocasiones que le he gritado, vete Tomás, no seas estúpido, pero qué ganas con verme, andate Tomás, andate Tomás..., entonces, él no contesta nada, sólo se limita a observarme fijamente sin parpadear, hasta que al final emite un sonido: miau, miau, miau, y se va cuando ya estoy vestida.

—¿Nora, tenés perros en tu casa?, le pregunté. Sí, 4 perros, uno de ellos ya está viejito, el más joven tiene actualmente tres o cuatro meses de nacido, se llama “Terrible”, pero le decimos “Terri”, él es cariñoso conmigo, siempre me busca para que le dé comida, no es como el gato de Tomás que sólo llega para que le dé comida y espiar mi desnudez, sin embargo, a Terri, le gusta que le dé cariño, por eso quiero al perro, obedece, es inocente, mientras que Tomás el gato, anda buscando cómo hacer trampas de todo tipo.

Cuando vengo a visitarles a ustedes, si se fijan bien, Pinky y Anastasia, son cariñosos conmigo, los toco, les acaricio su pelaje, ellos me lamen, entonces, yo prefiero tener de amigo a un perro finalizó Nora.

El aparecido

 Bayardo Quinto Núñez

Se corrió la noticia que el escritor del pueblo había fallecido. La gente comentaba en los barrios, cuál había sido la causa de la muerte, y nadie se podía contestar. Y cuando desapareció el atardecer, aproximadamente a las siete de la noche, un grupo de amigos del escritor fue a su casa para darle las condolencias a su anciana madre y cuando estuvieron con ella le preguntaron.
—¿Cuál fue la causa de la muerte de su hijo?
—Fue que inesperadamente recibió el silencio del tiempo porque sus obras todavía no han sido publicadas. Es cierto que está muerto pero no sepultado, replicó la anciana madre. En ese momento con un andar pausado desde sus aposentos apareció el escritor y los saludó muy afectivamente.

El millonario

 Bayardo Quinto Núñez

Fue una tarde repleta de sol, y en una esquina de la ciudad donde el tránsito vehicular se encontraba apacible comentaban Octavio y Guadalupe.
—Qué barbaridad como está la situación económica, ni siquiera tengo para tomarme una bolsa de agua de un córdoba, le expresó Octavio a su amigo Guadalupe.
— Entonces soy millonario porque poseo dos córdobas, contestó Guadalupe.
En ese momento pasaba una señora humilde y vio a Octavio y a Guadalupe expresándoles: “Bueno, significa que soy multimillonaria porque tengo diez córdobas”. Todos se vieron de vista a vista. En ese momento el sol comenzaba a ocultarse y espontáneamente se lanzaron una muy buena y sabrosa carcajada.

Amar hasta fracasar

Hay escritos curiosos que se han hecho con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés y al derecho, guardando siempre el mismo sentido,...