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miércoles, 2 de marzo de 2022

El pintor

Omar D´León

Y llegó el tiempo en que murieron los que jamás se desnudaron en el arte y seguí pintando. Murieron mis padres y los padres de mis padres y seguí pintando. Se murió mi país y seguí pintando. Se murió el cuñado Roberto Gregory y seguí pintando. Murió mi amigo jardinero-reportero Gézner Cruz y seguí pintando. Murió mi eterna amada musa Melba Debayle III y seguí pintando. Murió la Baronesa Blawasky y seguí pintando. Murió el poeta Beltrán M., la June B., pintora hermana, mi tutor y padre lírico y poeta Quico F. M., mi respetado maestro de pintura Rodrigo P. y seguí pintando. Murió el odio, murió la traición, murió el régimen de los monstruos rojinegros y seguí pintando.

Murió el amor y seguí pintando, murió mi amigo Joe D. y seguí pintando, murieron mis novias, concubinas y modelos y seguí pintando. Murió la pasión y seguí pintando, murió el mundo y seguí pintando, murió la muerte y la inmortalidad y seguí pintando, murió mi corazón y seguí pintando, murió el espacio y el tiempo y seguí pintando. Murieron las cosas y utensilios indomésticos y seguí pintando, murió el Dios que creó el raciocinio y seguí pintando sobre el lienzo solitario... y colorín colorado, este cuento no ha terminado porque aún estoy pinto que pinto.

Tribu de los "prestanalgas"

Omar D´ León

Hubo una vez, hace mucho tiempo, sobre el cinturón de los trópicos de este planeta azul, un lugarcillo habitado por la tribu de los “Prestanalgas”, llamada así porque fue gestada por el impulso evolutivo con el don sobresaliente de ser extremadamente nalgona o gluteona o culona, muy similar a la hormiga zompopo.
Al ser esta nalgatoria un don genético, se transformó en un atributo ornamental y en una cualidad de orgullo para la tribu y para el triunvirato de sus caciques de una mediocridad al cubo. Todos, sin excepción, inflados de vanidad se entregaron al compulsivo afán de imperios. Las ofrecían como lo mejor que el servilismo puede ofrendar. Y le dieron las nalgas al último de los imperios. Mas sucedió que este imperio rojo no duró como los “Prestanalgas” habían especulado, y este imperio invasor y esclavista se derrumbó sobre sí mismo, al igual que se derrite un cono de ice cream a pleno sol del mediodía.
Aterrada la desdichada o la dichosa tribu de los “Prestanalgas” con su triunvirato de caciques decadentes, se anonadaron de melancolía porque ya no tenían a quien prestarle las nalgas y se lamentaban entre ellos mismos como plañideras:
—¡Oh, desgracia!
—¿Y ahora a quién le prestaremos las nalgas?
Después de mucha tribulación desesperada por la falta de su hábito, se convencieron de que nadie iba a llegar en muchos siglos. Así que, como dice el refrán: “a falta de tortillas, buenos son panes”, sin pérdida de tiempo por el acumulado rezago, comenzaron, desaforados, a prestarse las nalgas entre sí mismos y en muy poco tiempo descubrieron que tal acto de servilismo era más sabroso entre ellos mismos que con los conquistadores e imperios del pasado.

Amar hasta fracasar

Hay escritos curiosos que se han hecho con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés y al derecho, guardando siempre el mismo sentido,...