Claribel Alegría
¿Qué le pasará a Francisco?, se preguntaba Laura nerviosa mientras daba vueltas por el corredor. Mi cita es a las tres y son ya pasaditas.
–Bue-nas, bue-nas- cantó alguien desde la puerta.
Laura se asomó.
–¿No me compra un reloj?- preguntó un señor ya entrado en años.
–No, por favor es lo que menos necesito- dijo Laura malhumorada.
–Se lo doy bien barato- dijo el señor, alargándole un reloj pulsera.
Laura lo examinó. Era bonito, de marca japonesa, bien podría servirle a una de sus nietas.
–¿Cuánto?- preguntó.
–Veinte córdobas.
–Pero, ¿por qué tan barato?- dijo Laura.– No es justo.
–Está parado y a mí ya no me interesa el tiempo.