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martes, 1 de marzo de 2022

El disimulo

Félix Navarrete

Cuando pasés por la caseta donde está el guardia, pasá silbando, así no sospechará nada. Así le habían dicho al hombre. Llevaba en sus bolsillos informes secretos de la revolución. Llevaba cartas, documentos y mapas, dirigidas a su comandante. Aquella noche la luna brillaba duro, rebotaba contra el follaje y las copas de los arboles. La vereda estrecha, como un fino cuchillo de plata, se extendía antes los ojos del hombre hasta hundirse en la lejana negrura de la noche. Cuando pasó frente a la caseta del guardia, éste lo detuvo.

-Vas a pasar preso. . . le dijo el guardia, haciendo un ademán con el rifle.

-Idiay... y yo porqué ? le preguntó sorprendido el hombre.

-Pues... porque vas silbando -le respondió malicioso el guardia. Aquella noche la luna brillaba duro.

El manuscrito rescatado en alta mar

Félix Navarrete

No la he visto más en cafetines ni prostíbulos, “echando una cana al aire” como acostumbraba decirle a sus amigos de “parranda”, cuando el mejor postor nocturno le endulzaba el oído con un poco de papel moneda, olor a lavanda y algunas historias viejas. Recuerdo su voz a lo “Vicky Carr”, masculina y sensual, acompasada al rasgueo diletante de su guitarra y el obeso vino compartido varias noches bajo el cielo impúdico de Managua.

Cuando la ciudad cerraba sus puertas como dos ojos de ballena enferma, ella danzaba en las entrañas de un “cuartucho” una seca melodía, mientras la música de su cuerpo se consumía con los albores de la mañana. Si alguna vez fue mariposa, leyenda de barriada, o bitácora para locos, lo cierto es que nunca volví a saber de Samanta, la muchacha que una noche se cansó de la provincia y cambió su piel por las escamas, como quien se cambia de nombre y domicilio para vivir otra vida y otras penas.

De esta rara mujer, los pescadores hablan poco y olvidan mucho. Pero cuando baja el sol de sus caras y sube el vino en sus tertulias, comentan que Samanta embosca sus barcos en alta mar, y regala generosa sus carnes y caricias por un poco de papel moneda, licor barato, una tonada desastrosa de guitarra y quizás un par de historias viejas que lejanamente se asocien a su destino y al mío.

(Febrero de 1990)

Amar hasta fracasar

Hay escritos curiosos que se han hecho con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés y al derecho, guardando siempre el mismo sentido,...